martes, 17 de marzo de 2009

Hoy...

Hoy me siento ausente, porque la ausencia es precisamente, la nada sin fondo.

Hoy, hoy me siento mareado y embriagado porque esta ruleta rusa que llamamos emociones me bambolea de un lado a otro.

Hoy me siento indefenso, porque la indefensión es estar a merced del océano sin rumbo ni timón.

Hoy, hoy me siento incompleto porque no encuentro en toda la bolsa de experiencias la parte exacta que me haga funcionar de manera coherente.

Hoy me siento débil y torpe y sin destino, sin saber de donde vengo y a donde voy, sin estar seguro de estar en donde estoy.

Hoy, hoy dos palabras me cambian el ánimo, me hacen reír o me hacen llorar, porque la susceptibilidad me atrapa y envuelve.

Hoy me siento en el punto de no retorno entre la locura y la cordura, porque la incipiente montaña de nieve que he forjado se desvanece con el calor de la insensatez.

Hoy, hoy siento que nada me ilumina y entiendo perfectamente la relación entre la depresión y el color azul.

Hoy me siento incapaz de hilar dos conversaciones de bajo perfil porque mi chip se encuentra procesando un dato que ocupa el 99.9 por ciento de mi capacidad.

Hoy, por primera vez hoy en mucho tiempo, me siento vivo...

domingo, 8 de marzo de 2009

Nos vale???

En el contexto de la sociedad actual, nos encontramos en la ambivalencia de dos mundos coexistentes dentro de un mismo círculo, pues por un lado, la sociedad se ha vuelto cada vez más consumista, incitando a que los coches en los garajes sean cada vez mas nuevos, mientras cientos de personas, sólo en esta ciudad, hacen del hambre una compañera en la cual envolver la realidad diaria.

Cientos de niños acuden a diario a la escuela con calambres en el estómago, producto de la falta de alimentos en sus casas, costumbre cada vez mas común entre las clases mas bajas de la fronteriza Nogales, mientras algunos pocos se quejan del embotellamiento diario que sufren al llevar a sus hijos al colegio que cuesta algunos miles de pesos al mes.

Diariamente miles de mujeres deben caminar en calles sin alumbrado público, por callejuelas que son una invitación a los vicios y los ladrones, para llevar algo mas de cuatrocientos pesos semanales a sus casas, dejando a sus hijos al cuidado de las guarderías de gobierno; miles de niños son criados en el ámbito de dichas guarderías, emblema de la moderna sociedad manufacturera.

Todos sabemos de algún caso en el que el embestir a un peatón, por lo general de las colonias e invasiones marginadas, resulta en el pago de una cierta cantidad de dinero a los familiares del ahora inválido, quienes por ignorancia o necesidad aceptan las dádivas para completar los magros ingresos de sus hogares. Eso es vender la individualidad, la dignidad.

Por otro lado, muchísimos alumnos de las variadas universidades de la ciudad se preocupan más por si sus atuendos van a combinar, que por el ambiente de hambre y marginación que los rodea.

Los ámbitos son variados, las escenas muchas; pero siempre es constante el hombre lobo del hombre, pasando a una variante moderna, el hombre ocupado en embellecer la imagen de sí, mientras se esconde en el ambiguo límite de la moral y la falsa piedad. Ignoramos constantemente que esta ambigüedad no es mas que un velo geométrico por sus lados cortantes y parejos, que evita que veamos la realidad invisible a nuestras mentes de “gente bien”.

La geografía pudiese ser diferente, pero el viaje sería el mismo; por un lado riqueza prodigada a manos llenas, por el otro, pobreza sin límites. Personas en carísimos trajes dedicados a las profesiones de más variados nombres, pero que en esencia no dejan de ser pillaje en despoblado. Despojos humanos envueltos en ropajes que parecen más harapos que otra cosa, luchando diariamente por sobrevivir en un mundo cada vez más feroz.

Nos toca a nosotros, los jóvenes preparados, reembolsarle a la sociedad algo de lo que hemos obtenido en estos años, algo de lo bueno que hemos recibido, destruyendo el blindaje que presupone el saber y hacerse de la vista gorda, de todas y cada una de las situaciones que el convivir cotidiano hace pasar por normales pero no dejan de ser un ultraje a la humanidad.

El eje de todas las acciones es la intención, o así al menos lo aprendimos algunos. No somos capaces de tener el coraje de enfrentar a un mundo que se protege a sí mismo de manera envolvente en alambres de púas, en medio de la emboscada diaria de salir al mundo a defender a los débiles, a los ignorantes, a los oprimidos.

Desechamos en automático cualquier idea que implique el dejar de tener las comodidades en que nos rodeamos. Consideramos hereje al que piensa diferente, sobre todo si este pensar diferente implica que todos somos iguales, porque así nos lo afirma diariamente la sociedad.

¿Cuántos pensamos en cambiar? ¿Cuántos vivimos el invento inverosímil de vida que nos crearon nuestros padres? ¿Cuántos, en fin, podemos convertir nuestras capacidades en armas que equilibren a las sociedades?

Nos encanta disfrutar de lo que tenemos o heredamos. Nos encanta saber que no todos somos iguales, porque habemos quienes somos mejores. Nos regodeamos en la desgracia y la pobreza ajena porque nos hace sentirnos diferentes y más grandes, mejores. Todos lo hemos pensado: ¿Qué haríamos en un mundo lleno de ricos? ¿Qué horrores se esconden tras la distribución equitativa de las riquezas?

Envidiamos al que mas tiene y nos envilecemos de soberbia frente al que no alcanza a llegarnos al nivel. Invalidamos todo aquello que nos sea ofensivo, que atente contra el diario embolsar de los miles de pesos… ¡que trabajen los pobres!, que yo ya estudié mucho y manejé muchos miles de pesos y viajé… mi equipaje vale más de lo que ganas en un año.

Lo homogéneo nos asusta, lo heterogéneo nos proporciona el marco perfecto para la obra que llamamos vida diaria. La avaricia se ha vuelto congénita y es apologético el dar limosna y la beneficencia.

A ver cuando, nos envalentonamos y dejamos atrás la vida de burgués moderno para empezar a vivir en serio, aunque sea un poco, en esta realidad invencible y constante y energética que se llama: la vida diaria.